Este año me he dedicado a hacer mucho trabajo de crecimiento personal.

Y me he dado cuenta de que una de las cosas que más me limita es mi exageradísima tendencia a la procrastinación.

Da igual lo que me proponga hacer, o las ganas que tenga de hacerlo… Que siempre, absolutamente siempre, lo dejo aparcado para meter diez cosas menos prioritarias entre medias.

Y eso hace que me sienta frustrada, poco productiva y que viva siempre sintiéndome culpable al ver todas las cosas que tengo pendientes por hacer y no hago.

Supongo que alguien que no tenga esa tendencia a procrastinar, no lo entenderá, porque dirá «Pues si te sientes culpable por no terminarlo, termínalo». Pero es como un fumador que se siente culpable por fumar pero no consigue dejarlo, o alguien que quiere perder peso pero por la noche se mete un atracón de dulce. Quieres, pero no puedes.

Y es que, uno de los mayores problemas al que nos enfrentamos es que no conseguimos dejar de repetir una y otra vez las mismas conductas tóxicas.

El motivo es que una persona determinada ante el mismo problema, siempre responde del mismo modo. Por lo que si queremos actuar de un modo diferente, tenemos que borrar la imagen mental que tenemos de nosotros mismos y construir una personalidad distinta.

En mi caso he estado haciendo cursos de reprogramación mental para dejar atrás esa imagen que tengo de mí misma de persona procrastinadora, y cambiarla por una persona eficiente que termina lo que empieza.

Creo que lo he conseguido en gran parte porque ahora las cosas que empiezo sí que las estoy terminando (¡¡¡YUHUUUUUU!!!).
Pero me cuesta creerlo al 100% porque hay una lista de cosas pendientes desde hace más de un año, que mi antigua YO empezó pero no terminó y eso me genera una incongruencia.

Así que he decidido qué mi primera tarea para este 2022 sea terminar toda esa lista de cosas pendientes, para que mi nueva YO productiva y eficiente pueda renacer en todo su esplendor, sin lastres mentales pasados.

Bienvenido, primer día del resto de mi vida 😉